Edición de 2009
EL MERCADO DE LA IRRACIONALIDAD Ya lo sabemos: la racionalidad no es simpática. Incomoda con su continuo rumiar que nos impide la entrega al plácido sueño de la certeza. Recuerda, con una vehemencia molesta, que el error y la imperfección están al acecho para en cualquier momento tomar las riendas de nuestra mente sin apenas percibirlo. Nos hace sentir, por la conciencia que otorga, pequeños, insuficientes y desvalidos frente a la maraña incomprensible e inmensa que es a veces la realidad. ¿Puede competir en su densidad compleja con la ligereza, la facilidad y la seguridad fanática de los superpoderes? ¿Puede igualar en plasticidad y libertad a la imaginación? Definitivamente, la respuesta es negativa. Pero, muy en el fondo, sabemos que estamos hechos por y para el mundo en el que vivimos y es la curiosidad por este mundo la que nos está enseñando cómo hay que mirarlo: con los ojos de la razón. Sólo muy recientemente, en términos históricos, estamos aprendiendo a construir esa racionalidad que, para colmo de males, es exigente en lo que a esfuerzo personal se refiere. Se comprende perfectamente que el optimismo inicial del movimiento ilustrado en relación a la desaparición inmediata de la superstición y el oscurantismo haya quedado superado por la Historia. Actualmente, el mercado de la irracionalidad está en pleno auge y sus diversos tentáculos crecen alimentados por la incultura y nuestra natural tendencia a creer que el mundo es como nosotros deseamos que sea. Digámoslo claramente: la irracionalidad crece por sí misma y la racionalidad exige una dura tarea de formación y transmisión cultural, tarea que, teóricamente, deben de asumir las instituciones educativas. Demos ahora un paseo por ese abigarrado mercado: Nada más entrar nos encontramos con la homeopatía. Curiosa “disciplina” que mueve miles de millones de dólares al año, con la dedicación de gran cantidad de empresas, redes de distribución, títulos, escuelas, revistas, congresos (para un estudio de todo este aparato de organización y consumo, y de su auge, haz clic en el siguiente enlace), que cuenta con las simpatías de los posmodernos de mente abierta que reniegan de lo oficial y que, aunque parezca increíble, no se había contrastado nunca con un mínimo de rigor. Cuando esta verificación ha sido llevada a cabo, sencillamente se ha comprobado que su pequeño beneficio se debe exclusivamente al efecto placebo (el artículo relativo a esta investigación ha sido publicado en la prestigiosa revista The Lancet y puedes consultar el resumen haciendo clic aquí). Seguimos paseando y nos encontramos con la astrología que también goza de buena salud, ahora que ha descubierto Internet, la prensa escrita, los teléfonos 800 y, sobre todo, la red de televisiones locales. No vamos a detallar la larga lista de argumentos que refutan esta pseudociencia pero sí vamos a dar noticia de un estudio que demuestra empíricamente su falsedad (en español o en inglés). Le toca el turno a la videncia, o futurología que queda más fino, que últimamente ha recibido cierto impulso de verosimilitud nada menos que de su envidiada enemiga, la Física, que está planteando la investigación de posibles nuevas dimensiones. ¡Pero hombre, tanta ciencia, tanta ciencia, y esto ya lo sabían místicos y visionarios desde hace mucho! Está claro: el adivinador es capaz de atravesar el espacio-tiempo en un bucle dimensional teletransportado y cuántico (en esta jerga pseudocientífica, oscura y carente de significado suelen expresarse). De todas formas, ¿por qué estos tipos no se hacen ricos? Conocemos unas cuantas agencias de inteligencia e inversión que se los rifarían. Este paseo se está haciendo algo pesado, nos queda todavía: la sanación espiritual, los productos milagro, la larga lista de terapias alternativas, las sectas y los vendedores de felicidad inmediata, la ufología, la creencia en energías no mensurables, la reencarnación y la regresión intrauterina, la telepatía, los viajes astrales, las experiencias cercanas a la muerte, las pinturas del más allá, las psicofonías, el triángulo de las Bermudas, la numerología, la magia ceremonial, una multitud de conspiraciones y órdenes secretas… ¡Menudo tostón! Sólo de enumerarlas nos da pereza. ¡Se acabó la visita! Ya sabemos que la razón nos ha sacado de sopetón de la infancia intelectual y que algunos de los escenarios que nos ha mostrado contienen elementos que pueden parecer descorazonadores, pero, con Galileo, pensamos que la belleza que la ciencia nos muestra en relación al Universo compensa con creces algunas de las falsas ilusiones y consuelos que nos está quitando. Con el añadido que nos proporciona instrumentos reales, no ficticios, para nuestra seguridad, salud y bienestar. Ahora que nos jugamos el futuro de nuestro mundo, el cultivo de la razón es lo único que puede salvarnos ya que, como decía el filósofo Spinoza, el hombre racional es el único capaz de comparar un bien presente con un bien futuro y un mal presente con un mal futuro, a diferencia del hombre ignorante, que siempre será imprudente al actuar más en función del presente que del futuro.
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