MICHAEL FARADAY, FUNDADOR DEL ELECTROMAGNETISMO
(Tercera y última parte)
ASPECTOS HUMANOS DE UN GRAN CIENTÍFICO
Fernando Rivero Garrayo (Catedrático de Didáctica de las Ciencias Experimentales; Universidad de Sevilla)
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Hasta aquí, hemos tratado de dar una visión panorámica de Faraday como científico, labor en la que llegó a alcanzar las más altas cimas del amplio campo del electromagnetismo, en las que muy pocos le han acompañado. Diremos algo ahora sobre Michael Faraday como hombre.
Faraday era de estatura más bien baja y de aspecto físico agraciado. El rasgo más característico de su personalidad era su gran modestia y sencillez -a pesar de ser extrovertido- pero huía de discusiones. Ya hemos destacado su enorme capacidad de trabajo. A estos atributos de su manera de ser, es muy probable que cooperara, e incluso los exaltara su adscripción a una pequeña secta religiosa, a la que perteneció su padre: la de los "sandemanianos", fundada hacia 1730 en Escocia por un tal John Glas (por lo que en un principio se denominaron "glasitos"), pero fortalecida y propagada por- su yerno Robert Sandeman. Esta secta, actualmente desaparecida, se desgajó de la iglesia presbiteriana de Escocia y se caracterizaba por una vuelta al cristianismo primitivo, una independencia absoluta de los poderes políticos y nacionales, un desapego por la acumulación de riqueza y un puritanismo en las costumbres. Esto explicaría muchos actos de Faraday, como su religiosidad, su indiferencia por ocupar cargos a veces bastante importantes y mejor remunerados, y el evitar honores y recompensas, aunque es evidente que en algunos casos esto se debía a su consagración a la investigación pura. Unas cuantas anécdotas de su vida servirán de botón de muestra.
Una vez que la gran reina Victoria le invitó a cenar en el castillo de Windsor, dada la categoría de la anfitriona, Faraday no pudo negarse a la invitación, pero fue a costa de no asistir a los oficios religiosos de su secta; pues bien, esto le ocasionó el ser excluido como miembro de la misma y sólo fue readmitido algún tiempo después, tras demostrar su arrepentimiento. Además, su esposa Sarah pertenecía a la misma secta y aunque era de una familia relativamente acomodada, carecía como él de ambiciones sociales y económicas; recuérdese que estuvieron viviendo muchos años en unas humildes habitaciones encima del laboratorio de la Royal Institution. A propósito de esta institución, diremos que Faraday se dedicó de lleno a ella y desdeñó otras ofertas más sustanciosas económicamente, como en 1827 cuando rechazó la cátedra de Química de la recién fundada Universidad de Londres y como en 1831, el año de su descubrimiento de la inducción electromagnética, cuando rehusó percibir unos cuantos cientos de libras como asesor de algunas empresas - entonces cobraba en el citado centro un sueldo de cien libras anuales -, con el fin de dedicarse de lleno a la investigación.
En cuanto a los honores, aunque no era inmune a los puramente científicos, declinó el título de "sir” que le había ofrecido la reina (su maestro Davy no tuvo inconveniente en aceptar este título años antes). Aceptó los nombramientos de miembro de las Academias de Ciencias de París y de Berlín, así como el de comendador de la Legión de Honor francesa, pero rechaza enérgicamente las compensaciones económicas por su dedicación a la ciencia que le había ofrecido el gobierno británico, y únicamente cuando mediaron varios conocidos suyos y después de bastantes ruegos, aceptó una pensión de trescientas libras anuales para facilitarle la adquisición de medios materiales para sus investigaciones. Hay que tener en cuenta que Faraday construía la mayor parte de sus aparatos de laboratorio, pues tenía gran habilidad artesana, aprendida en parte de su padre como herrero y en parte de su oficio juvenil de encuadernador; por ello publicó el libro, ya citado, sobre manipulaciones químicas.
El carácter abierto de Faraday se manifestaba en sus famosas conferencias que atraían a mucho público, no sólo por las experiencias que realizaba durante ellas sino por la fluidez de palabra y el calor que daba a sus exposiciones orales. Esto tiene un gran mérito, pues, como sabemos, su formación inicial era bastante deficiente -como la de todas las personas de origen humilde de aquella época -, pero trataba de perfeccionarla con lecturas y con la correspondencia con personas ilustradas; hasta escribió unas instrucciones para mejorar la oratoria de los profesores y conferenciantes. No obstante, su trabajo investigador le absorbía de tal manera que tuvo que renunciar, durante los años centrales de su vida, a muchas de sus pequeñas diversiones: lecturas extracientíficas, la música a la que siempre fue aficionado -en su juventud cantaba y tocaba la flauta-, y hasta dejó de hacer pequeñas excursiones; ya que en otros tiempos daba grandes paseos, a pie o en bicicleta, siendo uno de los primeros ciclistas (estaba reciente la "draisina" del barón alemán Karl von Drais, que se movía dando zancadas con los pies sobre el suelo, y que tuvo un éxito enorme en Inglaterra donde se llamó "hobby horse", caballo de recreo ). También hacía, cuando se lo permitía su poco tiempo disponible, paseos en barca por- el Támesis con sus amigos, entre ellos con el cantante español Manuel García y su hija, la famosa cantante de ópera de la época "La Malibrán”.
Faraday, a pesar de su aguda intuición, que le condujo a sus grandes descubrimientos, tenía una mente racional. Sobre esto, no está de más recordar su firme oposición al espiritismo. Desde que en 1848, las hermanas norteamericanas Margaret y Kate Fox afirmaron que tenían contacto con espíritus del otro mundo, esta creencia se extendió rápidamente, no sólo por Estados Unidos sino por toda Europa y, en especial, por Inglaterra. Aquí se realizaron bastantes sesiones espiritistas, asistiendo a ellas algunos científicos para convalidar su supuesta veracidad. Entre ellos se pueden citar, desde esta época hasta final de siglo, a algunos que creyeron en estos fenómenos, como el biólogo Alfred Russell Wallace, cofundador con Darwin de la teoría de la selección natural; el químico y físico William Crookes, ya citado por sus estudios sobre los rayos catódicos, y el también físico Oliver Lodge, que desarrolló la telegrafía sin hilos; el precursor de la teoría lógico-matemática de los conjuntos, Augustus de Morgan; y el astrónomo francés Camille Flammarion. Por el contrario, otros científicos eminentes, que también estudiaron el espiritismo, como los físicos lord Rayleigh y J. J. Thomson, se mostraron- como la inmensa mayoría de los científicos del presente siglo - renuentes a aceptarlo. A este último grupo perteneció Faraday, demostrando que, en algunos casos, el movimiento de la mesa en una sesión espiritista era consecuencia de la contracción muscular de las manos de los asistentes; a partir de aquí, dejó de interesarse en este asunto.
Otro aspecto de su carácter es su rectitud moral, como mostró cuando el gobierno inglés le consultó sobre un proyecto de fabricación de gases venenosos para que lo dirigiera él, con motivo de la guerra de Crimea que a mediados de siglo sostenía Inglaterra contra Rusia. Faraday admitió que era factible realizar dicho proyecto, pero que él se negaba rotundamente a llevarlo a la práctica.
Sin embargo hay una laguna en la vida de Faraday: su incapacidad para formar escuela, pues no quiso tener ayudantes; ello se debió quizás a su absorbente dedicación a sus propios trabajos de investigación, lo que también le llevó a veces a no reconocer la valía de otros, como fue el caso de William Sturgeon, descubridor del electroimán, que de simple soldado raso sin apenas educación llegó a ser, como ingeniero eléctrico, una autoridad en motores y dispositivos eléctricos.
Esta es, a grandes rasgos, la vida y obra de un eminente científico, que por sus propios medios se elevó a la categoría de fundador de un campo entero de la física, como ha habido muy pocos en la historia de la ciencia. Su país, Gran Bretaña, lo ha honrado públicamente - aparte, como es natural, y como ocurría en otros países, en los ámbitos científicos y técnicos - por- medio de un sello de correos y de un billete de 20 libras; por cierto que en este último caso, ha sustituido al gran dramaturgo William Shakespeare, lo que ha ocasionado una pequeña controversia. De Faraday dijo el químico francés J.B. Dumas en la sesión necrológica que en 1868, al año de su muerte, celebró la Academia de Ciencias de Londres, refiriéndose a sus famosas líneas de fuerza: "Nadie ha llevado más lejos que Faraday el arte de servirse de lo concreto para llegar a lo abstracto y de someter lo abstracto al control de lo concreto". Su sucesor en la Royal Institution, J. Tyndall, que escribió una biografía de Faraday, resumió la labor de éste diciendo: "Su sagacidad de teórico y su incomparable habilidad de experimentador, permitieron a Faraday penetrar hasta los limites extremos trazados por los instrumentos teóricos y experimentales disponibles en su época". Aunque el mayor homenaje que se le ha dedicado fue cuando Maxwell reconoció, con modestia, su deuda con Faraday en una de las obras cumbres de la física clásica, el “Tratado de Electricidad y Magnetismo” (1873), en el que expuso su teoría electromagnética de la luz.
Terminaremos estas notas biográficas con dos citas de Faraday que se refieren a las dos facetas más características de su actividad profesional, como investigador y como docente. La primera dice: "La gran belleza de nuestra ciencia estriba en que un descubrimiento, por grande o pequeño que sea, en lugar de agotar el tema de investigación, abre las puertas a otro conocimiento más profundo y más amplio en desbordante hermosura y utilidad"; y la segunda: "un profesor debería ofrecer a su auditorio la indiscutible impresión de que ha puesto en juego todas sus energías para procurarle enseñanzas y gozo".
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Notas de Bernardo Rivero Taravillo:
1.Mi padre escribió este ensayo en 1991, con motivo del bicentenario del nacimiento de Michael Faraday. Posteriormente han sido publicados algunos trabajos biográficos de interés sobre Faraday, en español, que añadimos a la bibliografía:
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2.Se han incluido tres imágenes de sellos, de diferentes países, dedicados a Michael Faraday (entre los que se encuentra el de Gran Bretaña al que hace referencia mi padre en el texto y que yo tuve la oportunidad de comprar en una “post office” de Aberdeen en el año 1991, al poco de salir a la venta). Mi paciente padre era buen aficionado a los sellos y llegó a tener una excelente colección. Sin embargo, en su última época de coleccionista tan sólo se interesó, y mucho, por los sellos dedicados a científicos célebres o a temas relacionados con la ciencia y la tecnología. Por ello, como homenaje, qué mejor que incluir las imágenes de esos tres sellos dedicados al insigne científico inglés.
Quiero agradecer a Antonio Lechuga su interés por este trabajo. Gracias por su publicación, que ha permitido sacar a la luz un texto que, guardado en una vieja carpeta, reposaba en un cajón. Y agradecer asimismo a todos los amigos del Club Científico Bezmiliana la buena acogida que ha tenido la biografía de Michael Faraday. Todos hemos aprendido algo, o mucho, con ella. Sinceramente, gracias.