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LA BIOETICA
El término Bioética se debe al oncólogo estadounidense Van Rensselaer Potter, por otra parte un impulsor incansable de esta reciente materia.
Defino la Bioética como
“El campo o escenario multidisciplinar, intercultural y universal del conocimiento comprometido de forma independiente, social, práctica, y a ser posible anticipada, con el análisis informado y la valoración ética de las repercusiones de la ciencia y la tecnología sobre la vida humana y general, con el propósito de orientar a que sirvan de forma efectiva y suficiente a toda la Humanidad, de ayudar a impedir su uso abusivo, y de contribuir a la resolución adecuada de los posibles conflictos con la persona, la sociedad y la naturaleza”.
En suma,
“La convocatoria universal del conocimiento dirigida al estudio y deliberación sobre las aplicaciones de las ciencias y las tecnologías desde perspectivas éticas, y a la formulación de propuestas aplicables para la exigible humanización de aquellas, armonizando su utilización desde el máximo respeto a la dignidad del hombre y a la conservación de la Biosfera”.
Así la concibo, en particular, no exclusivamente, porque cuanto sucede sobre la Gaia de Lovelock, la Tierra viviente, la Matria según lo veo yo, se interrelaciona y condiciona, así que la Bioética, como instrumento convivencial, ha de señalarse como meta, por otra parte siempre variable, la armonización de los avances científico-técnicos con la vida, estableciendo las orientaciones que contribuyan a salvar los conflictos que puedan darse entre la sociedad y el individuo o la naturaleza y los usos cientifico-técnicos; lo que podríamos plantear como la deseable humanización de las ciencias.
La Bioética ES, ante todo:
- Una conducta vital, una filosofía existencial
- Un instrumento civil, social (en otro caso, no es NADA) de suficiencias, a pié de obra
- Un movimiento cultural mundial (Cultura Bioética) al servicio de la humanidad y la biosfera
La Bioética NO ES
- Un barniz o un pretexto
- Un divertimento intelectual de salón
- Un ámbito para el lucimiento personal
- Un escenario de intereses económicos personales o grupales
- La Bioética no es un escenario de diseño. No es un invento, sino el resultado de una reflexión bien informada, elaborada, compartida y continuada. La estamos haciendo entre todos.
La configuración y puesta en escena de la Cultura Bioética es una OPORTUNIDAD ÚNICA.
Así que ante todo la Bioética es un instrumento convivencial que ha de señalarse como meta, por otra parte siempre variable, la armonización de los avances científico-técnicos con la vida, estableciendo las orientaciones que contribuyan a salvar los conflictos que puedan darse entre la sociedad y el individuo o la naturaleza y los usos cientifico-técnicos; lo que podríamos plantear como la deseable humanización de las ciencias.
Llegados a este punto conviene recordar que la Declaración Universal de Derechos del Hombre establece que:
"1.Toda persona tiene derecho a ....participar en el congreso científico y en los beneficios que de él resulten” . “2.Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora”.
Lo mismo aplicable al artículo 15.1 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, donde "Se reconoce el derecho de toda persona participar de los beneficios del progreso científico y de sus obligaciones".
Los conflictos arriba apuntados reflejan la complejidad del mundo actual, complejidad y en la que debe sumergirse la Bioética y aportar orientaciones útiles, cuestión nada sencilla, por: 1), el relativismo ético; 2), los intereses a menudo en juego, y más o menos larvados o enmascarados, ante los que la Bioética no puede permanecer neutral, pues si apostara sin más por los económicos acabaría en la máquina calculadora, y si lo hiciera por los aherrojadamente ideológicos o confesionales, podría abocar al fundamentalismo, y esas no son su metas.
La Bioética incorpora y representa las orientaciones éticas racionales aceptadas e indispensables para proteger la dignidad propia de toda sociedad, supuestos suficientes (no mínimos simplemente) y sin ninguna presión o influencia exterior, orientaciones que si bien no hayan de ser siempre compartidas sirvan de aplicación común y al interés general: hablo de la denominada ética civil, o sea “aquella cuya validez radica en una aceptación de la realidad una vez que ha sido sopesada, argumentada y confrontada con criterios de racionalidad y procedencia y al servicio del interés general”. Esto supone que no podremos sentirnos satisfechos con una Bioética de mínimos en tanto que éstos no lo sean de suficiencias en consonancia con los fines sociales que persigue, más aún si se tiene en cuenta el habitual quehacer compartido o en equipo en la deliberación y muy especialmente en la toma de decisiones, en los que las distintas concepciones y comportamientos éticos de mínimos a máximos de sus miembros podrían desbaratar los objetivos comunes perseguidos. Para resumir, la Bioética se exige una actitud lo más homogénea posible en los planos práctico y territorial, y en consecuencia no puede moverse en una banda de oscilaciones extremas que la someta a vaivenes conductales ampliamente diferenciables y al límite de la contradicción entre ellos: ni ha de quedarse en niveles bajos fácilmente influenciables y basculables hacia su insuficiencia (y con ello, impropios) ni tampoco aspirar siempre al comportamiento excelente de todos los seres humanos, sino a la conducta digna, ya que la dignidad humana -aún siendo una utopía a cuya consecución universal hay que alentar- es en sí misma la elevación suficiente de la conducta individual, y hay que conseguir que llegue a serlo colectiva; obviamente, sin que ello niegue ni mucho menos y hasta exija la excelencia como meta personal, profesional, etc.).
En definitiva, la Bioética es ante todo un instrumento civil de arbitraje entre la ciencia y la tecnología, de un lado, y la comunidad humana de la que son patrimonio, por el otro. Es una cadena de entendimiento y voluntades relativamente eficaz, en la que no es infrecuente que fallemos, al no cuidarla o al malversarla con polémicas artificiosas e improductivas; así que, admitiendo que no es la panacea para lograr siempre el equilibrio razonable para la solución de aquellos problemas, es consecuente que la sociedad se provea en ocasiones de normas legales o bioleyes y acuda al derecho ("el conjunto de principios, preceptos y reglas a que están sometidas las relaciones humanas en toda sociedad civil, y a cuya observación pueden los ciudadanos ser compelidos por la fuerza") para resolverlos. Así las cosas, es preciso afirmar que no hay “problemas de la Bioética”, sino problemas causados por las aplicaciones de la biología, la medicina o las bioindustrias, los daños al medio ambiente, la calidad de la alimentación, el uso y consumo etc., sobre los que la Bioética reflexiona y ha de dar respuestas concretas y positivas.
Aquí y allá, con mayor o menor incidencia pero en todos los lugares de la Tierra, se habla, se escribe, se delibera, se debate en los ámbitos públicos, privados, científicos y académicos sobre las connotaciones éticas de las biotecnologías, hasta el punto que se ha ido instalando paulatinamente una verdadera Cultura Bioética, que implica una rigurosa y objetiva valoración, libre de metas y apriorismos inducidos, sobre el progreso biotecnológico -lo que necesariamente exige determinar el significado auténtico del "progreso" desde perspectivas positivas para la humanidad-, y hacer efectivas cuantas medidas de protección y vigilancia sean exigibles para que los avances científico- técnicos sirvan al hombre y no le dañen, sin que sean bloqueados arbitrariamente. Porque si cierto es que tales avances suscitan un fundado recelo, no lo es menos que ofrecen ya algunas realidades muy favorables al bienestar humano, si se utilizan con racionalidad y sin egoísmo. Tales pueden ser, -y se cita este ejemplo por su trascendencia al afectar al hambre que azota a millones de seres y a las necesidades alimenticias futuras en un Planeta que desertizamos y contaminamos progresivamente, con seis mil millones de personas y cuya demografía crece constantemente, las relativas la industria alimentaria. En la agricultura, la biotecnología permite la creación de plantas resistentes a las plagas, y su mejor adaptación al terreno de cultivo y a las temperaturas extremas, así como la producción de frutos, cereales etc., en mayor cantidad y con mejor calidad nutricional; también propicia la conversión en alimenticias de plantas que no lo son, eliminando sus toxinas o modificándolas, como es el caso respectivamente de la hoja del tabaco y ciertas algas; la captación del nitrógeno por los vegetales sigue siendo todavía un asunto pendiente fundamental que ampliará las posibilidades. En la ganadería, se busca la producción de carnes más ricas en contenidos alimenticios y pobres en grasas, así como animales de rápido crecimiento y protegidos contra enfermedades. Estas actuaciones y otras muchas de la biotecnología, si el ser humano quiere ser merecedor de la dignidad que se atribuye, han de tener por destinataria a la humanidad entera, beneficiándola sin exclusiones, y al mundo en que vive.