MICHAEL FARADAY, FUNDADOR DEL ELECTROMAGNETISMO (1ª parte)
Fernando Rivero Garrayo
(Catedrático de Didáctica de las Ciencias Experimentales; Universidad de Sevilla)
En 1791 moría el genial compositor austriaco Mozart. Ese mismo año tuvo lugar el nacimiento de otra gran figura de la historia (de la historia de la ciencia en este caso, pero que trasciende el ámbito puramente científico pues sus investigaciones han jugado un decisivo papel en el desarrollo de la tecnología y, por ende, en nuestras vidas): MICHAEL FARADAY (1791 – 1867).
Es Faraday uno de los grandes físicos del siglo XIX, considerado como un eminente experimentador y, sobre todo, como el principal investigador del electromagnetismo, origen de una de las industrias más importantes en la actualidad: la industria eléctrica. Sin el desarrollo del electromagnetismo y de sus aplicaciones técnicas nos alumbraríamos con velas o quinqués, las fábricas usarían la energía de los molinos de agua o de viento y, prácticamente, casi ninguna de las industrias actuales – electroquímica, automovilística, electrónica, etc. -existiría hoy día.
La corriente eléctrica nació, como es sabido, con el descubrimiento de la pila eléctrica por VOLTA (1745-1827) en l800. Unos años después, concretamente en 1820, ocurrió el decisivo y accidental experimento de Christian OERSTED (1777-1851), cuando observó, durante una clase experimental ante sus alumnos de la universidad, que al colocar una corriente eléctrica por encima de una aguja magnética, ésta se desviaba hasta una posición perpendicular a la corriente; así nació el electromagnetismo. Los desarrollos posteriores fueron obra de una pléyade de físicos, entre los que podemos citar a los franceses ARAGO (1786-1853), descubridor del electroimán, y AMPERE (1775- 1836 ), físico-matemático que dio las leyes iniciales, además de FARADAY, que fue el verdadero artífice de la investigación de los fenómenos electromagnéticos. La gran síntesis de todos estos descubrimientos fue la tarea que se impuso -y logró- uno de los mayores físicos teóricos de todos los tiempos, el escocés James Clerk MAXWELL (1831-1879), con sus ecuaciones del campo electromagnético, de las que derivó su famosa teoría electromagnética de la luz, hito de la Física clásica y punto de partida, por obra del alemán Heinrich HERTZ (1857-1894), de la radiocomunicación, tan importante actualmente , pero que Maxwell no llegó a conocer pues había fallecido hacía poco. Las citadas ecuaciones y la teoría de la luz de Maxwell se consideran como uno de los pilares teóricos de la Física, constituyendo los otros la teoría de la gravitación universal de NEWTON (1642-1727), las teorías de la relatividad especial y de la relatividad general de EINSTEIN (1879-1955) y la teoría cuántica del átomo debida principalmente a Niels BOHR (1885-1962).
Habiendo encuadrado ya a FARADAY dentro del amplio campo de la Física de los dos últimos siglos, trataré de dar una semblanza biográfica de tan importante hombre de ciencia, advirtiendo que sus investigaciones experimentales o ideas teóricas - no así su vida privada, algo monótona para el tiempo en que le tocó vivir - fueron tan numerosas que se hace necesario tratarlas de una manera resumida y, a ser posible, con un lenguaje no demasiado técnico.
En la vida de FARADAY se pueden distinguir tres periodos de actividad científica : de 1820 a 1830, cuyas investigaciones fueron principalmente químicas; de 1831 a 1843, durante el cual tuvo lugar su descubrimiento de la inducción electromagnética, así como el de las leyes de la electrólisis; y desde 1844 hasta pocos años antes de su muerte, cuando culminó su portentosa carrera investigadora con el hallazgo de las relaciones entre el magnetismo y la luz, y cuando lucubró sobre la analogía entre los campos gravitatorio y electromagnético.
Michael FARADAY nació en una familia humilde - su padre era un simple herrero y su abuelo había sido albañil -, el 22 de septiembre de 1791 en Newington, que actualmente forma parte de Londres pero que entonces era una aldea al sur del Támesis. La familia, que estaba constituida por diez hijos, pasaba bastante estrechez económica pues el padre estaba a menudo enfermo y, al no poder trabajar, no ganaba lo suficiente para cubrir las mínimas necesidades de la familia; a ello se unía el periodo crítico por el que estaba pasando Inglaterra, endeudada por la reciente guerra de la independencia de Estados Unidos, los conflictos sociales originados por la Revolución Industrial, el incremento demográfico - Inglaterra pasó, de 1750 a 1820, de una población de 8 millones a otra de 14; durante el mismo periodo, Londres pasó de 700.000 habitantes a más de millón y medio, siendo la mayor ciudad mundial -, la guerra con Francia y la consiguiente amenaza de invasión por parte de Napoleón. Debido a la penuria familiar, Faraday se colocó a los trece años como recadero de un librero y vendedor de periódicos, sin tener nada más que una cultura muy elemental, con conocimientos rudimentarios de gramática y de aritmética. En la librería estuvo durante ocho años, donde aprendió a encuadernar, lo que le permitió adquirir un oficio de bastante futuro, pues en aquella época los libros se editaban con una sencilla cubierta de papel y el que quisiera tenerlos encuadernados tenía que encargárselos a un profesional.
El sino de Faraday no estaba, sin embargo, en la encuadernación. El constante contacto con los libros le hizo aficionarse a la lectura y, a pesar de que su trabajo le dejaba muy poco tiempo libre (entonces no era rara una jornada laboral de catorce horas), se las ingeniaba para leer los que le interesaban y aumentar así su deficiente formación cultural; caso parecido al del famoso inventor del pararrayos y estudioso de la electricidad, el norteamericano Benjamín FRANKLIN (1706-1790), que aprendió el oficio de impresor. Entre las lecturas que más impacto le produjeron, según recordaba él más tarde, estaban la obra de I. Watts “Improvement of the mind" (“Perfeccionamiento de la mente") - de la cual resultó su inveterada costumbre de tomar notas de cuanto hacía -, un extensísimo artículo de 127 páginas sobre electricidad de la "Encycopaedia Britannica”, y, muy especialmente, la obra “Conversations on Chemistry”, (“Conversaciones sobre Química", pues estaba escrita en forma dialogada) de la gran divulgadora científica Jane Marcet (1769-1858) y que obtuvo una enorme difusión. Esta última obra dio lugar a una gran amistad, a pesar de la diferencia de edades, con la autora y, posteriormente, Faraday no dejaría de enviarle un ejemplar de cada una de sus obras como recuerdo de gratitud hacia su maestra, como él la llamaba.
En 1809, la familia de Faraday se trasladó a vivir a Londres y un año después murió su padre, por lo que la estrechez económica de la familia aumentó y la madre tuvo que tomar pensionistas. Unos años más tarde, cuando Faraday se colocó en la Royal Institution, se hizo cargo de su madre hasta que ésta murió en 1838. Faraday, como consecuencia de sus lecturas, se fue interesando cada vez más por la ciencia y ya no se contentó con leer los libros de divulgación que trataban de ella sino que, ahorrando de su escaso jornal unos cuantos peniques semanales, empezó a comprar sencillos aparatos de química y el material necesario para construirse una máquina electrostática; además, asistió a un curso nocturno de lo que entonces se llamaba "filosofía natural" - equivalente hoy día a tomas de ciencia general -, que, por cierto, se la costeó su hermano mayor que era herrero como su padre.
El año de 1812 fue crucial en la vida de Faraday. Este año asistió a un ciclo de conferencias nocturnas dadas en la Royal Institution por el eminente químico, entonces presidente de dicho centro, Humphry DAVY (1778-1829), que gozaba, no sólo en Inglaterra sino en Europa, de merecida fama por su invención de la lámpara de seguridad para los mineros del carbón -lo que evita muchas muertes por explosión del gas grisú- y por el descubrimiento de varios elementos químicos -los metales alcalinos potasio y sodio, así como los alcalinotérreos bario, estroncio, calcio y magnesio; todos ellos en sólo dos años- por vía electrolítica con la pila de Volta. La Royal Institution era un organismo que se sostenía con los ingresos recaudados por la asistencia a los cursos impartidos, y cuyos fines eran la investigación científica y divulgar la ciencia entre los obreros y los artesanos, aunque, a decir verdad, posteriormente la asistencia mayoritaria correspondería a la gente ilustrada. Fue fundada en 1799 por el físico y aventurero norteamericano Benjamín Thompson, más conocido como RUMFORD (1735-1814), al que se debe el abandono de la “teoría del calórico” aceptada hasta entonces por los científicos, que consideraba como causa del calor a una sustancia que llamaron calórico. Faraday redactó unos apuntes de las conferencias dadas por Davy y se los envió a J. Banks, presidente de la Royal Society - entonces, junto con la Academia de Ciencias de París, la institución científica de mayor reputación en Europa -, el cual no se dignó contestarle. En vista de ello, se atrevió a remitírselos al propio Davy, pero esta vez con comentarios y muy buenas ilustraciones de los experimentos realizados durante las conferencias, todo ello magníficamente encuadernado en un tomo de cerca de cuatrocientas páginas manuscritas; al volumen le adjuntó una carta en la que le solicitaba un empleo, por humilde que fuera, en el laboratorio de la Royal Institution, pues "quiero escapar del comercio, que considero inmoral y egoísta, y desearía servir a la ciencia”. Por entonces quedó vacante una plaza de mozo de laboratorio y Davy tomó la importante decisión de contratar a Faraday (de aquí nace el dicho: "El mayor descubrimiento de Davy fue Faraday") como lavafrascos y amanuense, pues Davy tenía bastante mala letra y además se acababa de lastimar un ojo durante sus experiencias químicas; no sin antes advertirle que pensara bien antes de dejar su oficio de encuadernador, ya que "la ciencia es una amante desapacible”.
Unos meses después, ya en 1813, Davy lo toma como ayudante de laboratorio, encargándole pequeños trabajos de iniciación a la investigación, con un sueldo de 25 chelines semanales - unas cincuenta libras al año, menos de lo que percibía como encuadernador -, y con derecho a comida y a dos habitaciones en el mismo edificio de la Royal Institution. Así empezó la fulgurante e importante carrera de Faraday como investigador; primero, como químico - cuyos trabajos en este campo, exclusivamente, le hubieran reportado una gran fama -, y, después, como genio de la electricidad. Tenía entonces veintiún años y ya no dejó de investigar y de enseñar durante el resto de su vida en la citada institución, dando en ella su última conferencia para jóvenes cuando tenía sesenta y nueve años, y renunciando un año más tarde a la cátedra de Química - que ocupaba desde 1827 por cese de Davy por motivos de salud -, después de haber sido director del laboratorio. Si a todo ello se une, como luego veremos, la envergadura de los trabajos de investigación que llevó a cabo, el asesoramiento técnico a empresas y el que, de 1829 a 1842, fuera profesor de la Academia militar de Woolwich, al este de Londres, se puede tener una idea de la enorme capacidad de trabajo de Faraday.
La Royal Institution había adquirido en la época de Faraday, es decir, en la primera mitad del siglo XIX, y principalmente gracias a él, el papel más importante, como centro científico de toda Inglaterra, pues la institución rival, la Royal Society, tan famosa con Newton, había empezado a decaer. La biblioteca y el laboratorio de la Royal Institution eran los mejores; sus investigaciones sobre cuestiones prácticas, como la agricultura y minería, muy apreciadas; y las conferencias, ilustradas con experimentos, que grandes hombres de ciencia daban en ella, atraían a numeroso público y fueron famosas en Londres; cuando murió Faraday, empezaron a languidecer. Hay que tener en cuenta que, a pesar de algunos nombres internacionalmente reconocidos, durante los últimos decenios del siglo XVIII y bastantes del XIX, la ciencia había trasladado su sede de Inglaterra a Francia, pues en la primera. la ciencia estaba desasistida, mientras que en Francia los poderes estatales, especialmente en tiempos de Napoleón - mecenas científico que concedió premios a los grandes investigadores sin tener en cuenta la nacionalidad, como hizo con Volta y con Davy, con cuyos países de origen estaba en guerra -, se volcaron a favor de la investigación científica. Sirva de ejemplo de lo que estamos diciendo, además de lo últimamente citado, la creación en París, al final del periodo de la Revolución francesa, de las Escuelas Normal y Politécnica; ambas, semilleros de eminentes científicos, altos cargos de la Administración y en el caso de la Escuela Politécnica, de grandes técnicos civiles y militares. En Inglaterra, por el contrario, la investigación científica se identificaba en parte con las ideas revolucionarias de la otra orilla o con el odiado Napoleón, y no se desarrolló con el ímpetu necesario; hacia 1830 se publicó un libro de Charles Babbage, padre de la informática, que llevaba un título esclarecedor: " Reflexiones sobre la decadencia de la ciencia en Inglaterra y sobre algunas de sus causas”. ( ¡ Estaban lejos los tiempos en que el gran Voltaire introducía la mecánica newtoniana en Francia!).
En el otoño de 1813 Davy emprendió, acompañado de su reciente esposa, un viaje mitad de placer, mitad científico (llevó consigo un cajón con material de laboratorio para realizar experiencias químicas) por Francia, Italia y Suiza, y poniéndose en contacto con científicos ilustres del continente, como Ampére, Cuvier, Gay-Lussac, Humboldt y Volta. En este viaje, que duró año y medio, Davy se llevó a Faraday como ayudante de laboratorio y secretario. Faraday, que prácticamente no había salido de Londres, tuvo unas experiencias sociales y culturales inolvidables al conocer el ambiente intelectual francés. El viaje fue, pues, un éxito; no obstante, se vio empañado por la actitud arrogante de lady Davy que, a veces, lo trataba como a un simple criado - en una ocasión no quiso que se sentara a la mesa con Davy y ella -. por lo que Faraday estuvo a punto de dejar al. matrimonio, aunque la perspectiva de trabajar con el gran químico le hizo desistir de este propósito.
Al regreso del largo viaje europeo en 1816, Faraday volvió a su empleo de auxiliar de laboratorio al lado de Davy en la Royal Institution. En este año dio su primera conferencia y realizó su primer y modesto trabajo de investigación: análisis de una muestra de cal viva. En 1820 hizo el primer descubrimiento importante en química, el de dos cloruros de hidrocarburos. El mismo año empieza sus investigaciones, que continuará durante unos años más, sobre aceros especiales inoxidables, en los que al hierro acompañaban otros metales, entre ellos uno que llevaba platino, llegando a fabricar un acero que contenía nada menos que un 50 % de platino, con el que, posteriormente, hizo navajas que regalaba a sus amigos; ¡demasiado caras para el uso cotidiano! En 1823 logra la licuación del cloro, por compresión y baja temperatura, hecho importante por el que es propuesto como miembro de la Royal Society, aunque no fue nombrado debido a la oposición del propio Davy, que entonces era su presidente; la razón de ello se debe a que éste, que había intervenido algo en el descubrimiento, reclamó para sí todo el mérito; estos celos, por otra parte no demasiado raros, del maestro hacia el discípulo que lo emula, enfriaron las relaciones de Faraday con Davy. Al año siguiente vuelve a repetirse la misma situación, pero esta vez Faraday logra el ingreso en la Royal Society, aunque en la votación aparece una sola bola negra entre todas las demás blancas (¿ !). Faraday prosigue en años posteriores los trabajos sobre licuación de gases (anhídridos sulfuroso y carbónico, ácido sulfhídrico, amoniaco, etc.), y aunque no fue el primero en licuar algunos de ellos, como él mismo reconoció, sí fue el primero que enunció que para ello no hasta con aumentar la presión sino disminuir simultáneamente la temperatura, por lo que se le considera el fundador de la criogenia, o producción de temperaturas muy bajas.
No quedan aquí sus investigaciones químicas, pues en 1825 hace un descubrimiento importantísimo, el del benceno, que obtuvo de la destilación del alquitrán de hulla, y es el punto de partida de multitud de compuestos de química orgánica - industrias de colorantes artificiales, de productos farmacéuticos, etc. -. Otros descubrimientos químicos fueron el del butileno, hidrocarburo que en el siglo actual se emplea en la fabricación de plásticos usados como sustitutos del caucho, y el ácido naftalen-sulfónico, muy empleado en la fabricación de colorantes.
Para terminar con las investigaciones de Faraday en el campo de la química, aun cuando se trata en realidad de una cuestión físico-química (y por la que suele ser conocido por los estudiantes de bachillerato), trataremos de la que se refiere a la electrólisis (descomposición de compuestos por medio de la corriente eléctrica), que se aplica a la obtención de sustancias y a recubrimientos metálicos de otras, como el dorado, cromado y niquelado. Aunque otros, antes de Faraday, se dedicaron a la descomposición electrolítica, como Davy, según hemos dicho antes, es a él a quien se le debe el esclarecimiento del fenómeno - de origen electroquímico, y no de contacto entre metales como creía Volta -, y quien da las leyes cuantitativas de la electrólisis, obtenidas experimentalmente en los años 1832-1833, según las cuales, la cantidad de sustancia depositada en la cuba electrolítica depende de la cantidad de electricidad que circula por ella y de la sustancia de que se trate. A Faraday se debe, asimismo, el vocabulario empleado al tratar de la electrólisis -palabras de origen griego sugeridas por el filósofo o historiador de la ciencia inglés W. Whewell (1794-1866) -, y que todavía perdura: la misma de "electrólisis", “electrólito”, “electrodos”, "iones", “anión" y "catión"; da una teoría eléctrica de la afinidad química, que a final del siglo pasado fue perfeccionada por el sueco ARRHENIUS (1859-1927); e inventó el voltámetro (aparato para medir la cantidad de electricidad, basado en las leyes de la electrólisis). Aunque los fenómenos electrolíticos implicaban la cuantificación de la electricidad, es decir, que ésta se presenta en cantidades discretas, y no continuas, Faraday no llegó a adherirse a la teoría atómica de la materia de su compatriota John DALTON (1766-1844). Aún no estaban maduras estas ideas corpusculares (la teoría de Dalton no era aceptada por la mayoría de los científicos), y habría que esperar medio siglo para que otro inglés, J.J. THOMSON (1856-1940), llegara a confirmar la naturaleza corpuscular de la electricidad al estudiar los rayos catódicos - constituidos por electrones - en tubos de vacío, como los que producen las imágenes en la televisión.
Sin embargo, y a pesar de todo lo dicho hasta ahora, la gloria científica de Faraday, y su aportación máxima a la ciencia y a la técnica, reside en sus descubrimientos en el campo del electromagnetismo, llevados a cabo al mismo tiempo que sus trabajos químicos citados anteriormente.
Retrocedamos unos años. Como ya dijimos, en 1820 Oersted descubrió el efecto magnético de una corriente eléctrica, lo que ocasionó un asombro e interés enormes entre los científicos europeos, especialmente los franceses, que se dedican a una febril actividad experimental con la corriente eléctrica e imanes. Faraday no es ajeno a este interés general y se vuelca en encontrar las relaciones entre la electricidad y el magnetismo. Es curioso consignar que un físico alemán, J. W. Ritter, "predijo", poco antes, que hacia 1820 se produciría un descubrimiento importante en electricidad, ya que, como había ocurrido otras veces, esta fecha coincidía con un máximo de inclinación de la eclíptica (¡).
El año de 1821 es importante para Faraday por dos razones: una, porque empieza su incansable labor investigadora como físico, que tantos éxitos le proporcionaría; la otra es más íntima: es el año en que contrae matrimonio. La escogida como esposa es una mujer siete años más joven que él, Sarah Barnard, hija de un joyero de Londres perteneciente a la clase media alta, con la que fue muy feliz durante toda su vida, aunque no llegaron a tener hijos. El matrimonio escogió como residencia las mismas habitaciones que Faraday ocupaba de soltero en la Royal Institution, y allí vivieron durante casi cuarenta años. En Sarah encontró Faraday una mujer ilustrada, comprensiva y enamorada, que hacia, como en cierta ocasión dijo ella, de "almohada de su mente”.
Los primeros experimentos eléctricos efectuados por Faraday le llevan a lograr la rotación de un conductor, por el que pasa una corriente, alrededor de un imán, y, recíprocamente, la rotación de un imán alrededor de un conductor fijo; nace así el motor eléctrico, aunque es un modelo experimental y, por lo tanto, muy elemental; unos meses después Ampére, al que Faraday remitió un ejemplar del suyo, construye otro mecanismo parecido. El siguiente paso es más importante. En la mente de Faraday, tan activa o imaginativa siempre, surge la alternativa inversa a la producción de magnetismo por una corriente eléctrica: ¿se podría producir una corriente eléctrica a partir del magnetismo, es decir, de un imán?. La respuesta a esta pregunta, acuciado entonces por otras investigaciones ópticas y químicas, tardó Faraday diez años en contestarla, después de innumerables pruebas con un enfoque equivocado (situaba un imán o una corriente - recuérdese que ésta equivale a aquél, debido al campo magnético que origina - en distintas posiciones con respecto a un conductor, pero siempre en forma "estática"). Se dice que durante este tiempo, Faraday llevaba constantemente un imán de barra y una bobina de alambre en el bolsillo del chaleco. Por fin., en el año 1831 - el "annus mirabilis" de Faraday - logra el transcendental descubrimiento de la inducción electromagnética o producción, en un conductor, de una corriente eléctrica por medio de un campo magnético variable engendrado por un imán móvil o una corriente eléctrica en movimiento relativo respecto a un imán o de intensidad variable. (A este fenómeno también se le llama "inducción eléctrica” pero esta denominación se presta a confusión con el de "inducción electrostática”, o producción de cargas eléctricas estáticas en un cuerpo aislante por acercamiento de otro que está cargado ). Fue el 29 de agosto del citado año, según hace constar Faraday en su "Diario", cuando realizó el experimento que le llevó a su gran descubrimiento: arrolló unos 22 m de hilo de cobre alrededor de un anillo de hierro, algo separado de otro arrollamiento análogo de 18 m, ambos aislados, y conectó los extremos de uno de ellos a una batería formada por diez pares de placas y los del otro a un galvanómetro. Posteriormente repitió el experimento con dos bobinas de 62 m largo cada una alrededor de un cilindro de madera y con una batería de cien pares de placas. Pues bien, no observó ninguna corriente en el segundo arrollamiento mientras pasaba corriente por el primero, lo que le desalentó. Repitió varias veces la experiencia y, ¡por fin!, logró éxito: cuando se cerraba o no abría el primer circuito, el galvanómetro indicaba una débil y pasajera corriente en el segundo, de sentidos contrarios al empezar y al terminar la corriente que circulaba por el primer arrollamiento. Entraba así en los campos de la física y de la tecnología el fundamental concepto de la inducción electromagnética. Cuando poco después, Faraday comunicó a la Royal Society los resultados de estos experimentos, el revuelo que se armó en los ámbitos científicos europeos fue enorme y la fama de químico que tenía, ya bastante grande, fue superada por la de físico de la electricidad. A propósito de las débiles corrientes que obtenía al principio, se cuenta una anécdota (probablemente apócrifa) según la cual, al repetir sus experimentos en una de sus conferencias en la Royal Institution, un político le preguntó a Faraday para qué serviría una corriente eléctrica tan débil y poco duradera si con una simple pila de Volta se obtiene una corriente estable mucho más intensa; el gran investigador le contestó: “señor, es probable que dentro de veinte años perciba usted impuestos sobre esta electricidad".
Faraday hizo también por la misma época otros descubrimientos importantes. Sustituyó la corriente eléctrica del primer circuito ("inductor") por un imán en movimiento., originándose en el segundo circuito ("inducido") una corriente eléctrica: inventó así la magneto -actualmente la llevan las bicicletas para iluminar el faro -. Había logrado de este modo convertir la energía mecánica del movimiento del imán en energía eléctrica, lo que mucho más tarde se logró por medio de un salto de agua en una presa (central hidroeléctrica) o por intermedio de la energía térmica de la hulla o del fuel-oil, que produce vapor de agua que mueve una turbina (central termoeléctrica). Dos meses después coloca un disco de cobre (disco de Faraday) entre los polos de un imán y lo hace girar; llevando un cable al eje del disco y otro a su borde obtiene una corriente; este aparato es una tosca dinamo, es decir, un generador eléctrico de, corriente continua.
Otro fenómeno del electromagnetismo, descubierto por Faraday en 1834, es el de la autoinducción -producción de una corriente inducida en el propio conductor cuando se cierra o abre el circuito y, en general, cuando en un conductor hay una corriente variable-. No se puede dejar de citar, al llegar aquí, a uno de los investigadores más importantes en este campo, el norteamericano Joseph HENRY (1797 1878), que fue el verdadero descubridor de la autoinducción dos años antes, así como de algunos fenómenos electromagnéticos; pero, al publicar estos trabajos después de Faraday, recae el mérito sobre éste. Terminaremos esta visión algo somera sobre estos fenómenos diciendo que son, como en parte hemos dicho ya, el punto de partida de los generadores, no químicos, de electricidad (dínamos y alternadores), de los transformadores y, en general, de la poderosa industria eléctrica, que recibió un gran impulso en el siglo XIX, sobre todo, por obra de dos inventores, el alemán Werner von SIEMENS (1816-1892) y el norteamericano Thomas A. EDISON (1847-1931). Como culminación de estas investigaciones, Faraday dio también la ley cuantitativa de la inducción electromagnética (ley de Faraday de la inducción), que dice que 1a fuerza electromotriz de 1a corriente inducida en un conductor depende del número de líneas de fuerza magnéticas interceptadas por el conductor.
(Fin de la primera parte de la biografía de Michael Faraday)