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Lugar muy destacado en la literatura con contenido científico ocupa Julio Verne (1828-1905) (2). El novelista francés plasmó en su obra el espíritu científico-tecnológico del siglo XIX, con buenas dosis de imaginación pero con una documentación extraordinaria. La ciencia juega un papel esencial en novelas como: De la Tierra a la Luna, Alrededor de la Luna, Viaje al centro de la Tierra, etc. Para escribir La isla misteriosa, según contó a su editor, tuvo que dedicar muchas horas al estudio de la Química y visitó fábricas de productos químicos, pues pretendía que fuera “una novela química”.
Citemos dos ejemplos más de ciencia en la literatura: el de nuestro gran novelista del 98 Pío Baroja, médico con buena formación científica y lector de obras filosóficas (Schopenhauer, Nietzsche, Kant y otros) y el del químico y escritor italiano Primo Levi, de origen judío (lo cual marcaría su destino y su producción literaria).
La obra de Baroja (1872-1956) está salpicada de referencias científicas (aunque son más numerosas las filosóficas). Muestra de ello son sus novelas protagonizadas por el singular Silvestre Paradox (Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox y Paradox, rey, ambas muy recomendables para el lector joven) y el cuento La vida de los átomos, de fácil lectura (como es característico del escritor vasco) y fino sentido del humor. El protagonista, adormecido tras la lectura nocturna de un tratado de Química, al calor de la chimenea, imagina o sueña una danza de átomos, revoloteando vertiginosamente sobre su cabeza. Así: “¡Hache! ¡Hache!, estornudaba un señor idiota, inodoro, incoloro e insípido”, o “¡Ag…, ag…, ag…! exclamó una señora vestida de blanco, con una risa argentina”. El positivista protagonista del delicioso cuento, indignado, se pregunta: “¿Quién ha visto el átomo? ¿Quién ha pesado el átomo? ¿Por qué se atreve a decir nadie que es indivisible?”. Para él el átomo es una antigualla, una hipótesis que hay que abandonar; “tenemos que remontarnos más allá, al subátomo, si se me permite la expresión”, nos dice.
Primo Levi (1919-1987) estudió Química en Turín. Durante la Segunda Guerra Mundial fue arrestado por la milicia fascista y, dado su origen judío, fue entregado al ejército de ocupación alemán, siendo posteriormente deportado a Auschwitz, donde pasó casi un año hasta que finalmente el campo fue liberado por el ejército rojo. Levi fue uno de los pocos supervivientes del campo y sus vivencias en él quedan reflejadas en su obra literaria. El conmovedor relato autobiográfico Se questo è un uomo (Si esto es un hombre) es considerado una de las obras más importantes del siglo XX. Destacamos en este artículo su libro El Sistema Periódico, particularmente atractivo para lectores con formación en química. Con veintiún capítulos (cada uno lleva el nombre de un elemento químico: Argón, Hidrógeno, Hierro, Zinc, etc.), se narran episodios vitales del autor y se incluyen dos cuentos (Plomo y Mercurio), guardando cada uno de ellos relación con el elemento químico que da nombre al relato. Una obra ésta muy original que no nos dejará indiferentes. Nos impresionará la narración de la penosa vida en el campo de concentración, donde, más que el miedo a la muerte, el principal problema era el hambre. Lo prioritario en el campo era conseguir algo que comer. El narrador, que trabajaba para los alemanes en el laboratorio, nos cuenta cómo se las ingeniaba, utilizando sus conocimientos de química, para conseguir sustancias que pudieran aportarle algo de energía o, al menos, con las que poder saciar el hambre: ácidos grasos obtenidos por oxidación de la parafina (de sabor extremadamente desagradable), frituras de algodón hidrófilo o glicerina.
En estas pinceladas que hemos titulado La ciencia en la literatura hemos visto cómo el conocimiento científico no es sólo cosa de sesudos hombres de ciencia, sino que muchos escritores (de los cuales aquí tan sólo se han citado algunos ejemplos), unos con sólidos conocimientos científicos y otros no tanto (algunos poco versados incluso) tienen obras relacionadas con la ciencia. Una prueba más de que el saber científico, aparte de ser de gran utilidad, forma parte de un todo que es la Cultura, entendida ésta en un sentido amplio, tal como hoy, por fin, hacemos.
Notas:
(1) Para la lectura de poemas relacionados con la ciencia consúltese en internet la página www.madrimasd.org/cienciaysociedad/poemas/ , que contiene una amplia selección.
(2) Mucho podría hablarse del gran pionero de la ciencia ficción. Sus libros no deberían faltar en ninguna biblioteca juvenil, pues estimulan extraordinariamente la imaginación y la curiosidad científica. De la Tierra a la Luna, por ejemplo, no sólo nos hará disfrutar sino que nos enriquecerá con la detallada información científica que contiene (digamos asimismo que en la novela del escritor francés se describe exhaustivamente el proceso de diseño y construcción del cohete, con todas sus etapas).
Bernardo Rivero Taravillo
Profesor de Física y Química
I.E.S. Alpesa (Villaverde del Río, Sevilla)
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