Revista Digital de Ciencias Bezmiliana ISSN:1989-497X

 

El científico como creador de problemas

Es curioso constar que el personaje del científico loco (mad scientist) aparece en más filmes de terror que otros personajes característicos como zombis, hombres-lobo o momias juntos (Tudor, 1989). Además de su presencia como elemento perturbador o generador de problemas, su habilidad para afrontar y resolver los mismos parece ir de mal en peor. Un repaso a las apariciones más emblemáticas de científicos en la escena cinematográfica avala esta afirmación y dan por buena la frase del crítico cinematográfico J. Palacios: «El único doctor bueno es el doctor loco. Al menos en el cine» (García, 1997).

Durante la década de 1950 (época dorada de las películas de ciencia ficción donde la profusión de científicos es notable) y parte de la década de 1960, la ciencia ha perdido ya su inocencia (las bombas atómicas marcan un cambio de actitud hacia la ciencia). La ciencia es peligrosa, pero en última instancia el científico aparece como salvador de la humanidad. Éste, en su afán por saber, puede llegar a crear monstruos, sustancias peligrosas o artilugios diabólicos pero su ayuda resulta decisiva para conjurar la amenaza. En el filme La humanidad en peligro (1954, G. Douglas), las pruebas nucleares han producido una especie de hormigas gigantes. La habilidad de los científicos (un anciano profesor –Dr. Harold Medford– y su hija bióloga) permitirá acabar finalmente con el peligro.

En cambio, desde hace algunos años, se vive una devaluación del papel del científico como experto. La ciencia parece no sólo incapaz de resolver los problemas sino que, a menudo, se convierte en un obstáculo. Aparece tan devaluada como el escepticismo En filmes sobre fenómenos paranormales siempre surge algún científico o mente racional que duda de estos fenómenos. Y pone el peligro a los protagonistas que acaban rechazando este punto de vista. Por ejemplo, en El ente (1981), el psiquiatra que trata a la protagonista acosada por las «visitas» de una extraña «entidad», se niega a aceptar la evidencia de las fuerzas sobrenaturales. La protagonista sufre pero aquel se muestra intransigente. Hasta que un grupo de parapsicólogos llega a tiempo. Conclusión: el científico y la ciencia resultan del todo ineficaces y los pseudocientíficos son quienes acaban con las amenazas, sean sobrenaturales o de otro tipo.

La popular serie de TV Expediente X (1992-…, Ch. Carter) ahonda también en esta idea y hace un flaco favor para mejorar la percepción por parte del público de la ciencia. Con una puesta en escena brillante y un estilo documental, que refuerza el supuesto origen real de los casos narrados, presenta un mundo donde los acontecimientos fantásticos (abducciones, telepatía, etc.) son reales y son ocultados por los gobiernos a la mayoría de la población. La serie bordea los límites de lo que la ciencia conoce en campos como la biología pero se salta olímpicamente la máxima de que la falta de una explicación científica no significa que no exista una explicación. El terreno está abonado para la irrupción de la pseudociencia: lo paranormal se convierte en real.

Frente a la protagonista, la detective del FBI Dana Scully, representante de la ciencia oficial (mentalidad cerrada, poco dada a variar su opinión una vez formada) se alza su compañero Fox Mulder. Es el creyente oficial, abierto siempre a la posibilidad de que las fuerzas paranormales expliquen los fenómenos investigados. A pesar de emplear una metodología de investigación rigurosa, el caso, una vez resuelto, deja invariablemente un resquicio abierto por donde la explicación racional se diluye.

 



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