Después de convertirse en una leyenda en la preparación de hot-rods y conseguir un puesto entre los nombres más famosos de las carreras de aceleración, Bruce Crower podría haberse retirado a sus 75 años y disfrutar de su jubilación. Pero lejos de abandonar lo que ha sido la mayor parte de su vida, Crower ha seguido experimentando con motores hasta finalmente conseguir una forma de aprovechar parte del calor que se desperdicia en un motor de explosión – un trabajo que le ha llevado alrededor de tres décadas.

Un motor típico de cuatro tiempos sigue los pasos de admisión, compresión, explosión y escape. Tras finalizar el último tiempo, sigue quedando bastante calor en el cilindro, y como muchos otros ingenieros, Crower ha estado rumiando la mejor manera de capturar esta energía, en lugar de desperdiciarla refrigerando el motor.

El sistema ideado por Crower inyecta agua dentro del cilindro una vez pasada la etapa de escape. Con las válvulas de admisión y salida cerradas, el agua se convierte al instante en vapor y añade una fuerza extra al ciclo de combustión (este es el quinto tiempo). Una vez expulsado el vapor por la válvula de escape (el sexto tiempo), el ciclo comienza de nuevo.

Este nuevo motor tiene ventajas e inconvenientes. La ventaja más obvia es una mayor eficiencia -aproximadamente del 40 por ciento- gracias al aprovechamiento del calor residual. De hecho, Crower afirma que el motor no requiere ninguna clase de refrigeración, y supuestamente el prototipo está lo suficientemente frío como para ser tocado con la mano descubierta tras una hora en funcionamiento. El efecto refrigerador del agua también podría aumentar de forma más que considerable la resistencia a la detonación, mejorando de forma significativa los ratios de compresión y acabando con los problemas de acumulaciones de carbonilla en la cámara de combustión.

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Las posibles contrapartidas incluyen una mayor contaminación, dado que al estar frío el cilindro la vaporización del combustible no será tan efectiva (este nuevo concepto de motor podría beneficiarse de la inyección directa). También hay una reducción de 33 por ciento de ciclos de potencia “reales”, lo que redundaría en un par menos progresivo a ciertas revoluciones. Además, el agua necesaria por el motor ha de ser almacenada en alguna parte, lo que significa un mayor peso y volumen de carga (agua y combustible se consumen aproximadamente en la misma proporción). Finalmente, queda la pregunta de cómo afectará el agua a la vida del motor (siendo como se trata de un pobre lubricante) y de los catalizadores.

Todavía es muy pronto para juzgar la efectividad de esta tecnología, pero Crower tiene más de medio siglo de experiencia con motores de combustión interna, así que tampoco sería inteligente apostar en su contra.

Por Alberto-ballestín