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Dado que sabemos que muchos de nuestros adolescentes no duermen lo debido, hemos encontrado esta noticia que todos intuíamos y que ahora es demostrada científicamente:

Hace mucho tiempo que se supone que la privación del sueño puede causar estragos en nuestras emociones. Ahora existe una base neurológica para esta teoría, según la nueva investigación desarrollada por la Universidad de California en Berkeley y la Academia de Medicina de Harvard.

En la primera investigación neurológica sobre qué sucede ante la privación del sueño en las regiones cerebrales vinculadas a las emociones, los resultados hacen pensar que mientras una buena noche de descanso puede regular nuestro ánimo y ayudarnos a afrontar los desafíos emocionales del siguiente día, la privación del sueño hace todo lo contrario, incrementando excesivamente la actividad en la parte del cerebro más estrechamente conectada a la depresión, la ansiedad y otros trastornos psiquiátricos.

“Casi es como si, sin el sueño, el cerebro regresase a los modelos más primitivos de actividad, siendo incapaz de poner en su contexto las experiencias emocionales y de producir respuestas controladas apropiadas”, explica Matthew Walker, director del Laboratorio de Neuroimágenes y del Sueño de la Universidad de California de Berkeley y uno de los autores del estudio.

El fenómeno se debe, según los resultados del estudio, a que la amígdala, la región del cerebro que alerta al cuerpo para lograr que se proteja en situaciones de peligro, pasa a trabajar con un nivel excesivo de actividad ante la carencia de sueño. Por consiguiente, esto entorpece la labor de la corteza prefrontal que controla el razonamiento lógico, y se impide la descarga de sustancias químicas tranquilizantes, necesarias para calmar los reflejos psicológicos de alarma vinculados al instinto de supervivencia.

Por ejemplo, en condiciones normales, si la amígdala reacciona fuertemente a una película violenta, la corteza prefrontal le permite al cerebro tener claro que la escena es sólo una ficción y que debe calmarse. Pero en el cerebro privado de sueño, la corteza prefrontal pierde influencia, en tanto que la gana el locus coeruleus, la parte más antigua del cerebro, la cual se ocupa de liberar noradrenalina que le permita al sujeto protegerse de las inminentes amenazas para la supervivencia que asume se están desencadenando, una situación de falsa alarma que produce riesgos para la salud mental.

Los resultados del estudio han sentado las bases para investigaciones futuras sobre la relación entre el sueño y las enfermedades psiquiátricas. La evidencia clínica ha demostrado que en casi todos los trastornos psiquiátricos está presente alguna forma de alteración del sueño.

Empleando imágenes obtenidas por Resonancia Magnética Funcional (fMRI, por sus siglas en inglés), Walker y su equipo encontraron que la amígdala, también fundamental para el procesamiento de las emociones, se ponía un 60 por ciento más activa en respuesta a los estímulos visuales negativos (cuerpos mutilados y otras imágenes impactantes) en los participantes del estudio que habían permanecido despiertos durante 35 horas continuas. En cambio, el examen por fMRI del cerebro de quienes disfrutaron de una noche de sueño en sus propias camas, mostró una actividad normal en la amígdala.

Fuente: http://www.electronicafacil.net/ciencia/Article12050.html