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Desde el año 2000, la producción mundial de biocombustibles se ha duplicado. EE UU quiere que en una década el 15% de la gasolina que se venda en su país sea verde, mientras que la Comisión Europea se ha propuesto el 10% en 2020. Esto tendrá ventajas, como la reducción de emisiones contaminantes, la posibilidad de universalizar el uso de la energía y la potencial generación de riqueza en los países en desarrollo. Pero encierra riesgos serios como la subida de los precios de los alimentos básicos, la deforestación salvaje, el desplazamiento descontrolado de poblaciones o la explotación laboral de los jornaleros.
El texto presentado ayer en Bruselas cita datos de Naciones Unidas que indican que 60 millones de indígenas corren el riesgo de ser desplazados por el cultivo de biocombustibles. “Cuando esa gente pierde su tierra, pierde también el modo de vida. Muchos acabarán en los barrios de chabolas en busca de trabajo y otros tendrán que emigrar”, añade la ONG.

Fuente: http://www.elpais.com